Carmen Hernández

Carmen Hernández

Periodista


Melina

24/11/2024

«Nací griega y moriré griega». Fue la respuesta de la actriz, cantante, política y activista Melina Mercouri cuando la Dictadura de los Coroneles le quitó la nacionalidad después del golpe de estado de 1967. «Stylanos Pattakos -que era el militar golpista Ministro del Interior- nació fascista y morirá fascista». Y así fue. Esta frase se ha hecho famosa dentro y fuera de la Hélade y, ahora, la recuerdo junto al busto de Melina que el estado griego levantó frente al templo de Zeus Olímpico a la muerte de nuestra protagonista. Así comienzan sus memorias que recuerdo haber leído entusiasmada en mis lejanas épocas treintañeras porque contaban la vida de una mujer notable, consecuente y fiel a sí misma por encima de todo, un ejemplo a seguir. Nominada al Oscar a la Mejor Actriz en 1964 por la película 'Nunca en domingo', aprovechó su popularidad para luchar, desde el exilio, contra la dictadura de la Junta Militar de los Coroneles que mantuvo el poder, en Grecia, desde 1967 a 1974. Por ello, fue objeto de varios intentos de asesinato, incluida una bomba detonada en el patio de un teatro de Génova después de que la encontraran, por casualidad, en el lugar exacto en el que la actriz se iba a colocar para dirigirse al público. Con la vuelta de la Democracia, Melina Mercouri fue diputada por el PASOK (Movimiento Socialista Panhelénico) y, después, Ministra de Cultura durante más de dos legislaturas.
Propuso la celebración anual de la Capital Europea de la Cultura y consiguió que Atenas fuera la primera en 1985. Además, durante años, lideró una campaña internacional para que el Reino Unido devolviera a Grecia los frisos del Partenón que hay en el Museo Británico desde que Lord Elgin se los llevara en el siglo XIX. No lo consiguió pero su nombre y su figura siguen grabados en la memoria y en el corazón de un país que, bien mirado, no es precisamente un adalid del feminismo. Aún así, Melina Mercouri fue enterrada en Atenas, en 1994, acompañada por decenas de miles de ciudadanos y con honores de Jefe de Estado. Era el 6 de marzo y, desde entonces, ese día, los griegos disfrutan de acceso libre y gratuito a todos los museos del país. Seguro que muchos lo aprovechan para visitar el nuevo Museo de la Acrópolis, una maravilla de la arquitectura que reproduce las medidas exactas del Partenón en una sala situada justo enfrente de ese templo con todas las esculturas de tímpanos, frisos y metopas colocadas como estaban en el edificio original. Muchas son copias, claro, pero el efecto es impresionante. Después de tanto oír hablar de la deuda griega, de los tres rescates por parte de la UE y de las duras medidas que tuvo que tomar el gobierno, me esperaba un país en decadencia sumido en una grave crisis económica. Pero, no. Todo lo contrario. Atenas reluce toda restaurada y arreglada con muy buen gusto y la vida sigue, eso sí, con menos iluminación nocturna y muchos menos atascos. No hay mal que por bien no venga. Siempre se aprende algo de los griegos. De los de ahora y de los de antes. Porque, dando un paseo, descubro una plaza de nombre impronunciable, Plateia Klafthmonos, que, en griego clásico, quiere decir Plaza del Lamento. Parece que los políticos se reunían allí para quejarse cuando habían perdido las elecciones. ¿Dónde la podríamos poner nosotros?